La suave luz de la aurora
roza mi tez morena
y como dulce caricia, me dice:
“Mi bien, ¡despierta!”.
Qué bella está la mañana,
qué alegre el trinar del ave,
que rica siento la brisa
jugueteando por el valle.
El pasto está todo verde,
los árboles florecidos
y esas bandadas de gansos...
¡de gansos no, de güiros!
¡Mira la niña jugando!
¡ Qué lindo que está el vestido!
¡Y esas trenzas que lleva!
¡ Cuánto le luce el lacito!
¡ Caray, qué bonito todo!
¡Gracias, gracias, Diosito!
¡Por la dicha de este día
y por haber visto al torito
y a esa niña tan linda,
tan linda como un lucerito!
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