Quemada tengo la vida,
quemado tengo el valor,
no duermo como dormía
porque te encargaste tú
de matar mi compañía
al querer hacerme tuya
sin ser hombre, hombre de hoy.
Los valores de la vida
se pierden poquito a poco,
sin darse uno cuenta
en qué momento fue el logro
de odiarte como debía
o si a odiarte no llego tampoco.
Pero en esta razón de ser
donde no eres ni soy
la fuente de la alegría
y menos de compartir
los deseos de sueños hermosos,
de reinar sobre nosotros
y con la gracia de Dios
toda la felicidad,
que pueda haber existido,
matando, como lo has hecho
todos los cinco sentidos,
donde ni el gusto, ni olfato
y menos la vista y el tacto,
por capricho se me han ido,
y quedando sólo el oído,
¡ oír no logro tampoco!
Porque en esta desdicha mía
te burlaste siempre de mí,
de mi misma condición
de ser tonta como soy.
Pero, juro, y no es en vano
que el día siempre ha de llegar
y tú tendrás que pagar
este desenfreno errado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario